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martes, 19 de febrero de 2013

Sirena



Anocheció tan rápido como un susto perfecto. La joven callada, desvió la mirada al negro y profundo mar que, ruidoso, salpicaba las inquietudes de su empobrecida alma. El murmullo de las olas comenzó poco a poco, a invadir su mente y a vaciarla de todo lo demás. Aquello que ella creía importante, en un momento, dejó de serlo. Parecía un eco del pasado, algo insulso y lejano; como un libro cerrado que no merece la pena volver a leer. 

A su alrededor, sólo la noche cerrada y el mar. Ni una sola estrella ni luna. Nubes oscuras cargadas de agua y a lo lejos, destellos leves de luz, "relámpagos" pensó. La civilización se encontraba tan lejos... Abrazó su cuerpo anhelando la compañía de otro, de alguien aun por conocer. Se abrigó y permaneció abrazada y en silencio, con los ojos abiertos de par en par, sin ver nada más allá del murmullo del mar y de la leve luz que, de vez en cuando, sorprendía en el horizonte. Tomó aire y sonrió. El frío del aire empapaba su cuerpo por dentro,  haciéndola sentirse viva de nuevo. Se quitó las botas junto con los calcetines. Era agradable sentir el tacto de la arena en la piel. 

Los destellos de luz comenzaban a verse cada vez más cerca. Alzó la vista al cielo y casi no podía intuir la forma de las nubes apiñadas que la observaban a ella desde las alturas. Conspirando, primero, en forma de suspiro y, poco a poco, conforme la lejana luz iba acercándose sobre el horizonte; el suspiro fue convirtiéndose en murmullo y del murmullo fue pasando a la palabra y de la palabra al grito y del grito al rugido. Sí, la tormenta estaba aquí. 

El viento traía consigo pequeñas gotas de lluvia y mar. El momento al fin había llegado. La sensación de vaciado, de despojo de toda culpa y carga. Tener la mente en blanco por primera vez en tanto tiempo... Aquél momento fue la mejor de las recompensas. Ahora se sentía perdonaba, libre y como todo lo maravilloso que hasta entonces le había acontecido, lo cual no era mucho, sabía por experiencia que ese sentimiento no sería permanente. Volvería a evaporarse junto con el sol cuando regresara al mundo civilizado, al mundo dónde él la esperaba. Ella sabía eso y mucho más, cosas que despertaban la sombra asfixiante y malvada que torturaba su corazón.

Se despojó de la chaqueta en el mismo segundo en el que rugió un trueno sobre su cabeza. Ahora apreciaba mejor las olas avivándose al inicio de la tormenta, con sus relámpagos, rayos y truenos. Se quitó la falda, las medias, la camiseta negra escotada que tanto le favorecía. Se despojó de su ropa interior arrojándola al mar hecha una bola. De pie frente al mar, supo que su pasado se encontraba justo detrás de ella y su futuro delante. 

El cielo rompió en llanto y el mar se embraveció. Tomó aire, lo contuvo. El frío se apoderó de su cuerpo. Soltó el aire, acercándose a la orilla. El agua del mar estaba aún más helada que la de la lluvia. Si quería arrepentirse, ahora era el momento, pero no fue capaz de mirar atrás, sólo podía hacerlo hacia delante. Su mente tuvo unos segundos de debilidad pero sus pies no atendieron a razones. Tuvo miedo del fatídico presente que le estaba sucediendo ahora. Las olas rompían contra su cuerpo desnudo, frágil y vulnerable.Y se entregó a la tormenta y al mar, como una sirena a Neptuno.

1 comentario:

iamatree dijo...

Quizá estemos pintando cuadros parecidos.
O quizá tu lo pintas y yo lo vivo y lo comparto.
Estás que te sales! Un beso.