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domingo, 11 de febrero de 2007

Recuperar la contraseña de los sueños es ir al fondo del pozo donde metiste un día al monstruo que dormía en tu armario; es perder la cabeza unos instantes para sentirte libre y de nuevo, volcarte en aquél pensamiento que ahora sostiene al más entrañable de tus recuerdos infantiles.

Querer desaparecer es humano y no tienes por qué temerlo. Vivir para lograrlo es incompleto y hará que te pierdas en el intento.

Creer que te mereces lo que un día perdiste no forma parte de un círculo vicioso, es una liberación. Aceptala, confía en ti y camina, no la mires para cruzar la calle porque ella jamás viajará contigo.

Desfallecer es un acto en su mayoría evitable, pero a la vez es necesario, te enseña a valorar tus pasos y a aprender de tus elecciones.

Olvidar la brújula a veces viene bien. Te sientes perdido y no sabes si tirarte al río de agua helada desnudo o alejarte en el primer coche que aparezca en tu propio desierto mental. A fin de cuentas lo importante es que te has perdido. No desesperes, recuerda que en la noche siempre salen las estrellas...

Un día vendrás a mi lado para decirme en qué estoy fallando y seguramente, me reiré. No de ti, no de tus palabras. Me reiré de que tu reloj, el que se paró en la estación de la respuesta. Ya ves que hoy apareces algo tarde auqneu tranquilo, lo pasaremos bien junto a un café, riéndonos de aquella época, en la que éramos menudos y aún creíamos en que lo imposible llegaría a transformarse en lo cotidiano y que nunca llegó.

Hasta ese día,
yo.

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