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sábado, 21 de mayo de 2011

 El dibujo


No era demasiado guapo, ni demasiado simpático. Ni siquiera era lo suficientemente alto, como para poder sentarse en la silla, sin tener que escalarla. Tenía los pies planos y estaba tan delgado, que parecía que cualquier día vendría una ráfaga de viento y se lo llevaría volando. 

Todos se metían con él en el colegio, hasta los pequeños. Tenía esa cara, ese cuerpo y esa timidez que tanto atraía las burlas y las bromas pesadas. Pero el menudo niño no decía nada y no era porque no tuviera voz, sino porque no le salían las palabras. Se atravesaban envueltas en una maraña espinosa, que se le atoraba en el pecho y dolían, desgarraban, pero nunca le salían. Se las tragaba.

Un buen día, visitó el pueblo un viajero que estaba de paso. Se hospedó en la posada y probó la comida del lugar, en una bonita terraza de un restaurante que daba a la plaza principal. El viajero era artista y se había traído un bloc y unos carboncillos. Comenzó a dibujar la estatua que reinaba en la plaza: unas mujeres lavando ropa en el río. Pronto, las gentes del lugar sintieron curiosidad por el dibujo y sin mucha discreción, comenzaron a colocarse por detrás de él hasta el punto, de no dejarle casi espacio. Algunas chicas jóvenes, recién entradas en el instituto, creían que el viajero era un hombre muy atractivo y empezaron a pavonearse y a posar delante de la estatua. A ellas empezaron a unírseles gente de todas las edades y la plaza empezó a parecerse cada vez más a un circo de payasos patosos sin nadie que les dirija.  

El chico esmirriado estaba sentado en un tranco, muy por detrás de la estatua y de los improvisados figurantes. Estaba solo, callado. Levantaba muy pocas veces la vista del suelo y en cuanto se cruzaba con los ojos de otra persona, agachaba rápidamente la mirada de nuevo. Algunos niños saltaban sobre otros mientras imitaban a sus superhéroes favoritos y otros, se metían con el bajo, feo, escuchimizado, aburrido y apático chico. Pero el niño no se defendía y no decía nada. 

El viajero pronto se percató de la presencia del chico y bastante agobiado por el jaleo de la gente, espantó a todo el mundo cerrando de golpe su cuaderno y sin permitirle a nadie que le echara un vistazo a su dibujo. Mayores y jóvenes, no estaban de acuerdo con la actitud del artista, al que tacharon de arrogante y poco a poco, todos se fueron dispersaron y la plaza, volvió a ser un lugar tranquilo y relajante.
Cuando acabó su cerveza, el viajero se levantó y se acercó al chico esmirriado. Intentó en vano, sacarle unas palabras. Un saludo, un "¿cómo te llamas?" y un "¿por qué no te defiendes?" pero el chico no dijo nada. Entonces, el viajero abrió el cuaderno y escribió unas palabras en el dibujo. Arrancó la hoja, la dobló por la mitad y se la tendió diciendo "es un regalo". El chico tímido al fin levantó la mirada y, tras unas dudas, consiguió mantenerla en los ojos del forastero. Extendió en brazo y agarró el papel. El artista sonrió y le dejó solo en el escalón. Sin entender lo que había pasado, el pequeño corrió a casa, no quería arriesgarse a que nadie se lo quitara. Ya en su cuarto, abrió la hoja y quedó iluminado por su belleza. Aquél dibujo parecía tener magia. ¡Estaba vivo! Pero, ¿y la plaza? ¿Y las personas? ¡Si sólo le ha dibujado a él! 

A pié de página, las palabras del artista cambiaban de forma y de color. Algunos días no estaban y otros, eran la respuesta de cada pregunta. 

Con el paso de los años el niño se hizo mayor y seguía siendo no muy guapo, algo bajo, bastante delgado, sus pies seguían siendo planos, pero su mirada  ya no apuntaba más al suelo, lo hacía hacia delante. Había aprendido a defenderse con la palabra, sin abusar de ella y sin prostituir su esencia. Había crecido fuera de aquél pueblo, junto al niño del dibujo, el cual, un buen día, siendo ya el niño hombre, salió del papel y se marchó para siempre.

3 comentarios:

Nuria L. Yágüez dijo...

Me gusta mucho la presencia de tu blog, pero este cuento me ha conquistado. Genial!!

Te sigo.
Saludos

Rebeca Gonzalo dijo...

Un cuento grandioso. Besotes.

Jorge dijo...

Muy bueno el blog! :D