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martes, 30 de diciembre de 2008

El niño estaba sentado en su isla.
Miraba el mundo y reflexionaba.

Vio las guerras.
Y se dijo que habría que pintar de colores
los uniformes de los soldados,
y de sus cañones y fusiles
hacer ramas para los pájaros

y flautas para los pastores.

El niño vio el hambre.
Y se dijo que habría que atrapar las nubes
con un lazo y hacerlas llover sobre los desiertos.
Y habría que llenar los cauces de los ríos
de agua y de leche.

El niño vio la miseria.
Y se dijo que habría que aprender a sumar,

a restar y multiplicar y después a dividir.
Habría que aprender a compartir el dinero,
el pan, el aire y la tierra.

El niño vio a los poderosos
comer, dar órdenes, proclamar y decretar.
Y se dijo que habría que abrirles los ojos
o expulsarles.

El niño vio el mar
y se dijo que habría que limpiarlo.
Y después sentarse frente a él, sólo para soñar.

El niño vio los bosques.
Y se dijo que sería bueno pasear, aventurarse en ellos
y escribir historias en las que perderse
y después tumbarse sobre la hierba a escucharla
s.

El niño vio las lágrimas.
Y se dijo que habría que aprender a abrazarse,
a no tener miedo de los besos.
Habría que aprender a decir te quiero,
aún sin haberlo escuchado jamás.

El niño levantó la cabeza.
Vio la luna, con una bandera plantada en su frente.
Y se dijo que habría que arrancársela

y después pedirle perdón.

El niño miró el mundo
por última vez desde su isla.

Y entonces, decidió nacer.

Texto de Thierry Lenain-

Gracias V.

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