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sábado, 7 de junio de 2008


Una bonita máscara para entretener al público. El espectáculo ha comenzado. Una sutil trama que arrastre al espectador a los afilados dientes de la duda y mientras, las verdaderas agujas de la sospecha tejen un entramado oscuro de posibilidades perversas. La tragedia está servida, el corazón dañado y los pequeños zanganillos se burlan de nuestro dolor. Sátiros en mitad del bosque sombrío, puntos de luz pululantes tratando de re-escribir las runas borradas en piedra. Dogmas que en la miseria se escrutaron y agujas de dardos envenenando los fluidos de nuestros ojos. Hay estupor. Paradigmas de la realidad, el sombrero de copa cae al suelo del escenario y todo el mundo contiene el aliento. ¿Es sangre lo que ven mis ojos? No, sólo ilusión, pero a ti te duele. Es el sueño feéreo en el interior de un círculo encantado. Oirás la música y para cuando despiertes ya nada volverá a ser como antes. El tiempo habrá pasado a tu alrededor sin rozarte y todos a los que hoy conoces habrán muerto. Aplausos, aun falta la escena final. ¡Cállense! Es el momento de la gran derrota, el protagonista morirá ¿o lo hará el villano? Lo mejor de una obra con un director loco es que seguro que ha contratado a un guionista en un hospital psiquiátrico. ¿Cómo? ¿La elección la toma el público? Entonces abre ya la botella de cava y vierte lo que quede de más en sus gaznates. La muerte en el escenario no siempre es ficticia, las ganas de asesinar tampoco lo son y hoy, me temo que hoy, hoy es el día de proclamar un vencedor.

Ojalá joder fuera tan fácil como escribir. Púdrete Antonio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es el dia de saber hacia donde dirige su dedo el emperador. Hacia arriba, vida, hacia abajo, muerte.