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sábado, 16 de mayo de 2009

La espera


Musitó unas leves palabras, aquéllas que se confundieron con el chasquido del fuego. Luego, la abrazó con fuerza y tomó su olor para guardarlo en el baúl de la memoria, de por vida. Esa noche confundieron destino y realidad, fortaleza con anhelo...

Los peores momentos la besaron como suya, la abrazaron y la tomaron en su lecho, como flor de media luna que se apaga en el desierto. Ella destruyó los regalos y los objetos que le recordaban a él. Se arañó la piel para no sentir sus manos sobre ella y calló, porque su voz sólo mencionaba su nombre.

Pero al amanecer decidió cortar sus alas de la misma forma con la que había abandonado la esperanza y quedarse en aquél puerto, desde el que un día, él se marchó. Despojó de sus mudas las escamas de la migración y cargó, resignada, la cruz de esperarle.

Atardeceres cubrieron sus hombros con el manto de las estrellas y acompañaron, en silencio, los sueños hirientes de una pobre loca. Así, día tras día, año tras año, entorpeció al destino para que jamás llegase.

Y envejeció, envejeció como aquél olmo que siempre ha estado aferrado, a la espera de la nada.

1 comentario:

Verónica Calvo dijo...

Jo... qué bonito, triste y bien escrito, negra. Besos sonoros en stand by.