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jueves, 11 de octubre de 2007



Enmarcada, como quien quiere conservar un recuerdo para sus nietos, yacía hoy mi alma arrancada, colgada de un alambre y remendada con trozos de sí misma desordenados. Entre los hilos que la unían escapaba agua muerta hacia los bordes del abismo de las ratas. Allí, mientras mi parte cuerda lloraba por la estupidez de mis pálpitos amargos, un animal yacía muerto en el bosque y de su cadáver, nada más que sus huesos decían de mi desconcierto únicamente nada.


Cuando todo se mueve necesito algo de luz para saber que estoy quieta. Todo puede balancearse menos mi sed de vida, de esperanza, de rabia por amar, de alegría... de luz.


Sé que no existen motivos para echarte de menos y cientos de miles, en cambio, para jamás recordarte. Pero viva hoy mi sed de intercalar el silencio en los espejos de mis dunas, he visto cómo los lázaros dispersos sólo emanaban esencias de verduras, milagros aparentes, anhelos que no llegaron porque ya estaba repleta de alegría. DIME HOY CÓMO ME LLAMO Y TE DIRÉ LO MUCHO QUE HAS PERDIDO. Pues yo, pequeño, soy aquél milagro que siempre esperaste... Dime de qué color sangran tus yagas y te diré cuánto oro has perdido al juzgarme. Hoy soy sólo aquello que has rechazado, dentro de un segundo seré todo el Universo que te ha suspendido. Y, pobre de ti, hueco, como la muerte al romper su yugo, has auyentado el desierto de tu cuerpo para morir, cuan humana la flor de la pereza, del deshielo tu frente, mi saliva, tu olor... tus desechos...NADA. Has muerto y sobre tu epitafio he tallado que jamás has existido. Libre de ti, hoy, mi amor renace.

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