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sábado, 21 de abril de 2007

Aun recuerdo su voz. Las paredes del ocaso se inclinaron formando una hipérbola invertida, pudiendo nosotros casi alcanzar la pintura descuidada y la oquedad del pensamiento. Era en el centro, ahí dónde todos los vientos del mundo se cruzan alimentados por la furia, donde un fragmento de mí miró al cielo, aludido, apabullado; pudiendo ser sólo el hallazgo de una marca imperfecta que un día, una plegaria dobló y guardó en el bolsillo roto del que todo se pierde. Pude entonces comprender la seriedad del equilibrio, el estado inmune de la avaricia y la perplejidad del tiempo. Pensé que quizás, sólo eran espinas dobladas y vacías de veneno bajo la piel y miré al suelo al comprender mi fallo. Nada de lo sucedido hasta entonces fue tan tenaz como despreciable y todo el Conflicto Celeste se debatía en una estrella que, días antes, yo había atrapado en una burbuja que contenía cristalitos de nieve falsa, para exiliarlo en el desván. Creí que crecer era el principio de la infelicidad humana, pero no es más que un pañuelo saboteado por la mugre de uno mismo. La inhibición del espejo. El sarcasmo de la piel flácida o simplemente, la estupidez del olvido.

Más allá del ocaso, una parte de mí miró al cielo, desde el centro en donde todos los vientos del mundo se cruzan con furia. No sonrió ni soltó palabra alguna. Sus ojos se iluminaron en un intento de vencer a sus demonios y giró, más serena, la cabeza hacia el lecho. Allí se encontró con mil partes de mí que convivían en aparente armonía y una a una las fue uniendo tiernamente hasta formar a un Yo Único que no siempre reconozco. Con una suave caricia, este Yo Único tomó el rostro y el cabello del otro que descansaba junto a él y sonrió al ver que aún dormía. Esquivé los pensamientos nefastos de la duda y mi Yo Único pudo erguirse y tocar las paredes ásperas y descuidadas de nuestra consumación. Las paredes de una hipérbola invertida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

You are black!!!
Te lo has ganado,jeje